miércoles, febrero 09, 2005

El único plan que puedo tener un martes por la noche es deporte, cena en casa y un poco de tele antes de dormir... Pero ayer Gilda me los trastocó y me sacó de fiesta después de currar.

Quedamos a las 8 de la tarde en El Corte Inglés de Princesa, y me promete una noche de concierto en un bar conocido pero que nunca había frecuentado. Mis inseguridades se acrecientan cuando estoy de camino a la cita y voy quedándome dormido entre el traqueteo del metro y el silencio del vagón. No se si voy a aguantar mucho, pero los ánimos de una compañera de trabajo, la novedad por salir ése día y mi alma de pendón me impulsan a la aventura.

Y allí está Gilda... literalmente hablando: un abrigo hasta las rodillas, unas botas elegantes y altas que le hacen unas piernas interminables, un bolso lo suficientemente grande para meter toda su vida dentro (el abono, la cartera, la otra cartera, las llaves, las otras llaves y todos los tickets de todos los sitios a los que ha ido desde enero) y un sombrero de película, forman la estampa que bien podría haber vivido en blanco y negro.

Nos alegramos de vernos y cenamos en un VIPS cercano, yo me decido por una ensalada de las de "Good for you", que no mata el hambre pero me hace sentir súper sano entre tanta lechuga (bañada en salsa, varias tiras de pollo empanado y trozos de pan tostado que gritaban "arriba el colesterol camuflado"); y Gilda se pidió (acertadamente) un sandwich de ésos que sí que matan el hambre y que tampoco son gran cosa.

A las 10 menos cuarto llegamos a El Rincón del Arte Nuevo, justo debajo del viaducto, y descubro (cual paleto) una zona potencial para salir el fin de semana.

Íbamos a ver a un tal Frank Postigo, pero el chaval no aparecía hasta las 12, así que mientras nos deleitamos con un tal Sandro, cantautor rockandrollero sinergia entre Bunbury y Los Secretos. No estuvo mal, éramos 6 en la sala (normal, ¿¿quién sale un martes??) y fuimos partícipes de un concierto interactivo con un protagonista que hacía gala de sus aires chulescos intentando por todos los medios hacerse con la venta de su disco (que se vendía en la barra), y con una sonrisa de Gilda (ante la mirada aburrida de su novia).

A las 12 y media estaba en casa, iba a dormir poco, pero me sentía orgulloso, porque haber dejado la responsabilidad a un lado por un día me permitió cambiar de aires en medio de la semana, y compartir unas horas que me ahorraron unas cuantas abdominales...

Una pena no haber llevado cámara de fotos...

Besos para todos!!!!

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