domingo, septiembre 11, 2005

Relato de cierta ficción





Estar rodeado de las mejores personas a veces supone tener un miedo oculto a perderlas.

Últimamente la vida da muchas vueltas, va colocando a la gente en el lugar que corresponde: algunos cambian de ciudad, otros se van de viaje a muchos kilómetros de aquí, otras empresas, ocios diferentes, nuevas amistades... La impresión de quedarse estancado sólo pertenece a unos pocos desafortunados que adquieren complejo de campanario de uno de esos pueblos semiabandonados que recibe visitas cada mucho tiempo. Permanecen aparentemente robustos, siempre dominando un territorio marcando puntualmente las horas de unos días que se convierten en rutina, y que pasan desapercibidos ante aquellos que viajan y se mueven como el de "un país en la mochila", ajenos a lo que ocurre en ese lugar que visitan cada cierto tiempo.

Intentar escapar de ese pueblo semiabandonado es difícil, pero lo más duro resulta despedir a los que han sido sus vecinos, sus cómplices... apoyar sus decisiones de huida, de independencia, de la necesidad de desenvolverse en un ambiente diferente, mirarle a los ojos y querer estar en su piel, ser un polizón dentro de su equipaje.

Mientras observo atento el reloj del campanario mi prima prepara su equipaje para pasar una larga temporada en un país nórdico necesitada de una experiencia que finiquite su último año de carrera, mi hermano pone a punto el coche para salir corriendo a su destino laboral, la que ha sido mi confidente-amiga en un trabajo que me ahoga se levanta una hora más tarde porque su nueva oficina está a quince minutos de casa, una reparación de rodilla mantendrá cuatro meses alejada de mi mesa a otra confidente que me escuchaba y se desahogaba conmigo...

A pesar de estar bien cobijado, no puedo reprimir una lágrima mientras espero a que los que permanecen a mi lado vuelvan de su escapada de fin de semana, acaben su enclaustramiento por exámenes o me dediquen cinco minutos antes de ir a ver a sus parejas...

Qué puñeteros son los domingos cuando el único plan es mirar la plaza vacía de uno de esos pueblos perdidos que a veces salen en televisión.

�z)C0A