sábado, noviembre 20, 2004

Curiosidad, plumas y Peret.



Mi filosofía por considerar el exceso de pelo un exceso de energía negativa (lo dijo Bunbury y yo le creo), lleva tiempo martirizándome, pues no encuentro el momento oportuno para raparme y cuando lo encuentro, las peluquerías están cerradas.

Así que el viernes, siendo uno de los últimos en abandonar la oficina, pregunté a mi compañera MJ por "centros capilares" cercanos a la glorieta de Bilbao, económicos pero sin caer en la estética cañí de los años 70.

Primero me recomendó "Juan, por Dios" (en pleno barrio de Chueca) y después de imaginarme a Gilda con el teclado electrónico en nuestro futuro grupo de éxito con el mismo nombre, decidí llamar y pedir hora, pero ya estaba todo cubierto y no me atendían hasta el sábado por la tarde (yo ya estaba empeñado en cortármelo el viernes, y de ahí no había quien me sacara).

Seguimos buscando, y por fin, MJ saca entusiasmada de su cartera una tarjeta de visita con forma de corazón y de color morado. Con el temor de acudir a ese sitio y salir de ahí con extensiones kilométricas o con mechas verdes, mi primera reacción fue de rechazo, pero consigue convencerme y pido cita para las 6 y media.

Este lugar tan... peculiar se encuentra cerca de la plaza de Santo Domingo, en una calle cuyo nombre me empeñaba en pronunciar como un conocido dulce de Semana Santa (calle Torija, no torrija...).

La puerta de la entrada era de color verde pistacho, y un escaparate lleno de bustos de mujer con extensiones de todas las formas y colores nos daba la bienvenida. MJ pasa delante de mí y saluda a Paco como de toda la vida, tras ella yo observaba el local, entre asombro y preocupación por mi futura imagen: paredes empapeladas con pentagramas y notas musicales, recortes de periódico que anunciaban películas de Almodóvar, boas de plumas colgando por todas partes (y haciendo juego con el plumífero de su dueño), dibujos de mujeres de los 80, pegatinas del Orgullo Gay, revistas recientes y antiguas... y al fondo canciones de Peret taladrando una minicadena y que hacían mover con gracia las caderas de la ayudante del peluquero, que secaba el pelo a una clienta que más bien podía ser la vecina de Manolito Gafotas.

Paco tenía el pelo rapado, patillas y perillas muy finas y un piercing puntiagudo debajo del labio inferior. Ronda los 40 años y cumple todos los requisitos para ser una loquilla muy simpática.

Mientras me corta el pelo (tras explicarle cien veces y de forma gráfica cómo quería el corte para evitar sorpresas finales) me cuenta que vive en la sierra, que tiene 3 hijos y que se muere de ganas por irse a vivir a la ciudad ("harto de las vacas", palabras textuales). Mis carcajadas intentan hacer sombra a los gorgoritos de Peret y MJ va aprobando mi nueva cabellera.

Un buen rato después termina su obra y yo, satisfecho, me alegro de haber conocido este sitio que parece haber sido decorado por El Deseo Producciones S. A.

A pesar de estar cansado por la semana de curro, tenía ganas de salir, y así lo hicimos Josechu, Pepita y yo... hasta altas horas de la madrugada en sitios en los que no me hubiera imaginado jamás, pero el corte de pelo había que estrenarlo por todo lo alto... Eso ya lo contaré otro día.

Besos.

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