lunes, noviembre 01, 2004

Apurando mis últimos días de "recién licenciado en paro", desde el jueves he puesto en práctica ese lema que reza algo así como "vive cada día como si fuera el último"...

La rutina de limpieza de mi tatuaje fue la protagonista de la semana pasada; como un auténtico sumiso, las palabras y consejos de Alex (el argentino agraciado que tuvo el honor de dejarme una firmita eterna en mi nuca) se me repetían en el interior de mi cabeza, de modo que he cumplido a raja-tabla las indicaciones de higiene que tiene que llevar cabo un recién tatuado (y que luego me he dado cuenta que casi nadie cumple).

El viernes fue mi día "Actimel": todo el día corriendo de un lado para otro con la musiquita del anuncio de fondo, y el temor de que mis defensas bajaran y me dejaran en pelotas ante tanto virus hambriento que a tantos conocidos ha capturado en estos dias. Partido de tenis por la mañana, café con Marcos en el Vips del Heron City, cita a las 9 en Conde Casal con mis compañeros de facultad y cumpleaños de Ainarita en el Max Estrella.

Rosita, Tellme, Inma+Miguel, Bulma+Diego y yo, nos juntamos para conocer el nidito de amor que los terceros se han comprado casi llegando a Valencia, quiero decir, en Arganda del Rey... Fue divertido, y aunque lleváramos tiempo sin vernos la puesta al día fue rápida y enseguida volvimos a la complicidad que nos hizo juntarnos allá por 1998 en la Facultad de Psicología.

Tras devorar las pizzas que el novio (y futuro marido) de Inma tuvo el placer de traernos y unos vinitos con licor de mora, partimos hacia el centro de Madrid para acompañar a Ainarita en su 24º cumpleaños y tomarnos unas copitas en su honor. Allí nos encontramos con una guapisísima anfitriona centro de todas las miradas del local (y no es de extrañar); entrega del regalo (ya lo se Bulma, no tuve tiempo de envolverlo...), charla con más gente del gremio y pronto para casa que al día siguiente tenía que madrugar: viaje a una casa rural en un pueblo de Ávila para celebrar el cumpleaños de Nachete y Pilarinchi...

Y aunque mi deseo era acostarme pronto, de camino a casa recibo una llamada que hace desviarme y me coloca en un barecillo de última hora de mi pueblo: unas copitas con Pepita y Aramis, una buena charla mientras descubro con asombro que me gusta el bareto (Ambigú 33) y la puesta a punto del viaje, eran necesarias a las 6 de la mañana... a pesar de que al día siguiente tuviera que levantarme a las 10.

El viaje a El Arenal (Ávila) lo contaré otro día, que hoy estoy con los nervios "pre-integración en el mundo laboral" y la resaca de un viaje que merece la pena contar con más calma y más espacio...


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