martes, noviembre 21, 2006

Zalamero

Me miras, me dices que no puedes dejar de mirarme, que te gusto, que hacía tiempo que no te sentías tan 'estúpidamente bien'.

Me prometes encuentros fugaces, contactos permanentes, planes nunca antes vividos. Te vas dando cuenta de la sed que tengo y me das de beber; mis ojos se hacen cada vez más grandes cuando te veo... y eso te hace sentir bien, grande, potente, poderoso.

En una de nuestras múltiples conversaciones me comentas que te descoloco, que no sabes interpretar mis risas, que unas veces me notas nervioso y otras sientes que domino la situación. ¿Miedo a que te quite el puesto? ¿Te hace sentir inseguro que yo tenga las cosas claras, que sepa lo que busco? No voy a negar que a veces mi alma de adolescente haga aflorar ciertos gestos y sonrisas tímidas, que la ilusión que siento por lo que me está pasando llene mis días (al levantarme y al acostarme).

No te puedes ni imaginar lo que eso significa para mí. Llevo casi 2 años esperando un momento parecido a este, esperando que mi interior se revuelva, que se me quite el hambre, que tenga alguien en quien pensar dentro de mi vorágine diaria y de mi batiburrillo mental. Y tú... tú a mí sí que me descolocas, zalamero, seductor nato, personaje de película ñoña apta para todos los públicos, infiel por naturaleza, el perfecto político, un comercial estupendo.

Véte a vender tus palabras, tu cultura, tu experiencia vital, tus libros, tus temas de grupos desconocidos, tus ataques de verborrea y tus piropos gratuitos a otro, porque no entras dentro de mis planes de aquí a 40 años; los farsantes como tú deben llevar una marca en la frente para que todo el mundo conozca vuestro talante y se proteja de vuestras estafas...

Y bastante protagonismo te estoy otorgando, así que finiquito tu existencia y doy este capítulo por terminado.

FIN.

�z)C0A