martes, julio 11, 2006

El pez que quería nadar

Nació para nadar libre por los ríos del mundo, recorrer las profundidades de la tierra sin más importancia que la de evitar las fuertes corrientes que le alejaran de su destino: las aguas templadas.

Durante su infancia fue feliz, nadaba con sus hermanos y siempre con la supervisión de su madre, una enorme carpa de color plata que defendía como podía la seguridad de sus hijos. El peligro de ser capturados y llevados al estanque de cualquier parque de cualquier gran ciudad, les acechaba constantemente, pero de esto nuestro protagonista estaba al margen, de momento nadaba, hacía pequeños amagos de independencia y, a veces, se alejaba del grupo para explorar solo. En esos momentos soñaba con hacerse adulto, ser libre de verdad, dejarse llevar por su radar y no por el de su madre, pero siempre era descubierto y guiado de nuevo junto a sus hermanos. Cada noche soñaba con "volar" solo hacia algún destino, conocer otras especies... el ser humano nunca fue un peligro para él.

Pasaron los días y cada vez se sentía más independiente, sus hermanos eran cada vez menos, y un buen día su sueño se hizo realidad: nadaba solo por las aguas de un río completamente desconocido para él; sorprendido miró hacia atrás... nadie... delante no existían radares que le guiaran, ni madre, ni hermanos... sólo plantas y pequeños peces que le ganaban en velocidad, pero no en tamaño.

Se sintió feliz, su corazón de pez comenzó a palpitar fuerte, lo que le hizo coger impulso y nadar... no entendía bien el mecanismo que le hacía ir hacia adelante, pero él seguía, pasaba enormes bancos de peces, plantas que nunca había visto, y por fin empezaba a sentir el calor de las aguas que serían su destino.

Un buen día se despertó aturdido, el frío invadió su cuerpo y sintió la necesidad de nadar en otra dirección, no sabía bien qué buscaba, pero tenía que huir... descubrió el miedo y las amenazas del entorno, y entonces echó de menos un guía que le orientara, que le sacara de ese apuro y le dijera por dónde seguir. Pero su madre ahora nadaba estancada en el lago de un parque de una gran ciudad, y la mayoría de sus hermanos se mostraban relucientes e inmóviles en el escaparate de una pescadería... estaba SOLO, y muerto de miedo.

Su libertad era ahora su mayor enemigo, los peligros acechaban detrás de cada planta, los peces que le adelantaban le amenazaban, y se dio cuenta de que se había perdido, de que sus aletas eran todavía demasiado pequeñas para nadar solo hacia las corrientes más cálidas.

Nunca imaginó que su final llegaría tan pronto. En una de sus expediciones por salir del laberinto en el que se encontraba, llegó a parar a un río contaminado por las obras de una gran ciudad, el agua era más espesa y de un color más oscuro, y había pocos peces alrededor. A pesar de ir en el sentido de la corriente, le costaba mucho avanzar, el agua era cada vez más turbia y el cansancio se apoderaba de su cuerpo de pez.

Ya no podía avanzar más, una de las plantas muertas se enreda en una de sus aletas y le paraliza por completo, sólo le quedan fuerzas para asomar la cabeza a la superficie y echar un vistazo al imperio del ser humano, intentando buscar ayuda en los 'cazadores' de su familia... poco antes de dormirse para siempre, pudo ver a un niño que le señalaba estático desde la orilla del río infectado, mientras su madre tiraba de su brazo quitándole importancia.

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